abril 12, 2009

Las salvajes aventuras de... mi papá

Mi papá merece una categoría totalmente aparte en este blog, o tal vez sería justo que le dedicara un blog exclusivamente a él y lo linkeara desde acá. Sin embargo, como no quiero ser una de esas ridículas que crean un blog cada vez que la tierra tiembla, mejor me quedo tranquila y sigo manteniendo medianamente activos los 8 que tengo actualmente.

Hoy me provocó escribir sobre papá, porque llegó a casa muy divertido con un cuento del trabajo. Me dice, palabras más, palabras menos:

"Hoy hubo una alineación rara en la compañía. Cuando me di cuenta, cuatro de nosotros iban subiendo la escalera, el primero era súper súper gordo, y tenía que sostenerse con mucha fuerza de la baranda para ayudarse con los brazos y poder subir. El segundo era Héctor (*), que sabes que anda con una pierna operada, y ahora resulta que tiene una hernia en la columna y no se puede doblar. Luego, otro que tiene las manos hinchadas y no podía sostenerse de nada, creo que tiene el túnel carpiano inflamado... pero algo es, ¡porque parece que cargara guantes! Y de último, cerrando la fila, iba Roberto(*), que por algo de los riñones, anda orinando sangre. Cuando los vi, les dije: coño, si Plutón se alínea con Júpiter una vez cada 5000 años, y trae consigo catástrofes, con todo lo que está alineado en esa escalera, ¡creo que voy a ir recogiendo mis vainas, porque de aquí mínimo me botan esta semana!"

Siempre es así, ocurrente como él solo, cada cierto tiempo -dos o tres días, cuando mucho- se aparece por casa entrada la tarde, con un cuento buenísimo que hace que no parezca tan malo trabajar cerca de él. Y es que anima el mundo cuando uno anda medio down, y aunque a veces es medio dark el humor, cuando no me toca a mí ser el blanco, es realmente MUY divertido.

Uno más como ejemplo, dejando cuentos para una próxima entrega: Nuestra amiga Nereida(*). Cuando ella llegó a la empresa para ser entrevistada, recién graduada y fresca como lechuga por estar saliendo del cascarón, ya habían conversado con muchas otras chicas, aparentemente una más atractiva que la otra. Cuando llegó el turno de Nereida, con su bien pulido look de novicia, mi papá, encargado de finiquitar el proceso de selección, decidió contratarla de inmediato. Al preguntar sus compañeros por qué se quedó con ella en lugar de escoger a alguna de las otras que estaban tan buenas, mi adorado progenitor no dudó en contestar: "Es que yo estoy seguro de que esta mujer se ganó ese título a pulso, porque nada más viéndola se sabe que ningún profesor le regaló ni medio punto! Esa es la que necesitamos, así que dejen la ladilla!". Tierno y romántico, no? Pues, miles de años después, Nereida triunfó en la compañía, y todos terminamos siendo buenos amigos.

¿No les causó gracia? No importa, a mí sí, y a él también le parecerá simpático el cuento, cuando en unos años decida que es el momento de sentarnos en familia a hurgar en el pasado.

Btw... Pueden esperar más cuentitos bizarros en el futuro :)


(*) Nombre inventado para ocultar identidades.